skip to main |
skip to sidebar
31 Days (3)
Jorge Luis Borges
(1899-1986)
El puñal
En un cajón hay un puñal.
Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano.
Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierte que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisión en la vaina.
Otra cosa quiere el puñal.
Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es, de algún modo eterno, el puñal que anoche mató un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre.
En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablemente sueña el puñal con su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres.
A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tan apacible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles.
The Dagger
In a drawer there is a dagger.
It was forged in Toledo, at the end of last century; Luis Melián Lafinur gave it to my father, who brought it from Uruguay; Evaristo Carriego once held it in his hand.
Those who see it have to play with it a little bit; it warns them that for a long time they have been looking for it; the hand hurries to press the handle that awaits it; the obedient and powerful blade moves precisely in the sheath.
The dagger wants something else.
It is more than a structure made out of metal; people thought it up and formed it for a very precise end; it is, somehow eternally, the dirk that yesterday evening killed a man in Tacuarembó and the daggers that killed Caesar. It wants to kill, wants to spill sudden blood.
In a drawer of the desk, between drafts and letters, endlessly the dagger dreams with of his simple tiger-sleep, and the hand cheers up when it governs it because the metal cheers up, the metal that anticipates in every contact the killer for whom the men created it.
Sometimes I feel sorry for it. So many hardness, so much faith, so much pleasant or innocent pride, and the years pass, useless.
No comments:
Post a Comment