Poems, Imitations & Translations

Wednesday

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Miguel de Cervantes Saavedra
(1547-1616)

from El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha



En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.



As a result, he became so absorbed in his reading, that he spent the nights reading from dusk till dawn, and the days reading till dark; and in this way, from too little sleep and too much reading, his mind dried up, so that he came to lose his judgment. Filling himself up with the fantasy of all that that he was reading in the books, as much of enchantments as of their consequences, battles, challenges, wounds, flirtatious remarks, loves, thunderstorms and impossible nonsense; and he mixed it all up in his imagination in such a way that he believed to be true all that machinery of famous dreamed inventions that he was reading, so that for him there was no another more true history in the world. He said that the Cid Ruy Díaz had been a very good gentleman, but that he could not compare with the Knight of the Ardent Sword, who with only a knife had cut in half two fierce and extraordinary giants. It was better for Bernardo del Carpio, because at Roncesvalles he had killed Roldán the enchanter, employing the strength of Hercules, when he drowned Anteus, the son of the Earth, between his arms. He said a lot of good of the giant Morgante, because, in spite of being of that generation of giants, who are all haughty and impolite, he alone was affable and of good breeding. But, especially, it was well with Reinaldos de Montalbán, above all when he sallied forth from his castle and robbed everyone who was passing, and when in retreat e stole that idol of Mahomet made entirely of gold, as it says in his history. It was he who gave, after giving a brace of kicks to the traitor Galalón, to his mistress some more, and even some to his niece in addition.

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